Archivo mensual: febrero 2017

Heroida XXII

Publicado en

¿Qué puedo escribirte desde este exilio? ¿Qué palabras podrá mi alma encontrar, mi alma también exiliada? Nuestralamtademao amor no lo separa un estrecho sino un enorme abismo y tu nave  no atiende a la antorcha que, en el otro lado, agito nerviosa, como nerviosa acurruco en mis brazos a un niño que ya no existe. Perdóname.

Me paro al final de cada frase y no sé cómo expresarte cada suspiro. ¡Si pudiera mirar tus ojos una sola vez más! Entonces entenderías el vacío imposible de llenar: el vacío de las caricias, el vacío de los abrazos y los besos, el vacío de tu cuerpo sobre el mío, el vacío de tus labios, el vacío…

Ojalá supiera qué decir en cada momento para alcanzar ese corazón de hierro con una débil saeta de mis labios. Hoy sigues sin saber lo que te amo.

Sé que desde hoy, desde este hoy que comenzó hace tiempo, seré tan odiada como incomprendida. Seré el mayor ejemplo de desmedida, de locura, y me juzgarán así todos aquellos que en la intimidad afirman que el secreto del amor es la falta de cordura; todos aquellos que en silencio aman despiadadamente y que jamás se atreven con sus labios a proferir la palabra “amor”, porque suena en ellos muda, silenciosa, estúpida.

¡Ah! Pequeñas se hacen las palabras en mis labios. Aún este idioma es inferior a cada sentimiento, a cada dolor, y sólo sirve para dar noticias vagas. Pueden más decirte mis manos, que se dejan caer sobre las piernas, en un movimiento inquieto. O cada uno de los pliegues de mi vestido ribeteado de fuego en su caer triste, en las ondas por el viento cinceladas sobre mis pechos, en el recogido sobre el hombro. Más pueden decirte los silencios más tranquilos, las miradas más furtivas, el modo de mi respiración…

¿Qué puedo escribirte desde un exilio? ¿Qué palabras podrá mi alma encontrar, mi alma también exiliada? Todo este paisaje en derredor es paisaje dibujado por los dioses que te aman odiándome a mí: soy una pequeña Ariadna dejada en las costas de Naxos olvidada. Todo este paisaje es paisaje dibujado por tus hados y como todos, aún más yo, soy una pequeña mujer dentro de un cofre que zarandean los dioses a su antojo.

La posteridad nunca sabrá de tus mentiras bien urdidas, del enamoramiento bien simulado, de las caricias tan sentidas. La posterioridad solo conocerá a la mala mujer y ese será siempre mi estigma.

Y la Noche me incita a quererte un poco más; y recuerdo tus susurros en mi oído, y oigo tus pasos cargados y tu voz autoritaria. Y veo a Mentira agarrada de tu brazo y tras ella a Engaño. Hoy sigues sin saber lo que te amo.almatadema

Hubo quien me salvó de la muerte física, ¿quién podrá salvar a mi alma? Yo ya ha muerto. Morí en el instante en que tu mano soltó mi mano y tus pies tocaron otro suelo: en ese instante te miré y ya, ya te había perdido; y al mirarme en el reflejo que aquella fuente me ofreció, me vi ya muerta.

¿Qué puedo escribirte desde este exilio? ¿Qué palabras podrá mi alma encontrar, mi alma también exiliada? Perdóname, perdóname porque este amor nunca ha sabido lo que hacía, porque ha roto todas las barreras, porque no había condición que pudiera cumplir. Perdóname porque no he sabido más que quererte sin medida, igualarte a los mismos dioses por lo que ahora no tengo para mí refugio y creo mil fantasmas que me atormentan.

Perdóname, y perdón para mí también, por haberte querido tanto.

Alexandra López